miércoles, 10 de septiembre de 2008

merLín



No puedo evitar preguntarme qué colores, qué matices, tendrá la vida vista a través de tus pintorescos ojos de niño. ¿En qué dulces travesuras piensas? ¿Cuál será la fuente de tu inagotable alegría?

Tu inocencia me conmueve, tu inconciencia me fascina; son envidiables dones para mi espíritu tan imperfectamente humano, que intenta sin éxito acallar su insensible voz interna.

Te miro fijamente y con ternura, espero saciar mi sed de paz con tu infinita bondad, tu extasiante hermosura, hundirme en el eterno espacio de tu mente serena.

Repetidas veces dejé aflorar esa maldita costumbre de esperar que me comprendas, pero ¡basta! Sólo necesito respirar el inefable amor que emanas, cuando sobre mi pecho angustiado, entonas un arrullador ronroneo de consuelo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Merlín comprende. A veces, es el único que comprende. Es el que sabe cómo tendrían que haber sido las cosas mientras están sucediendo; entonces cuenta la misma anécdota pero con otro sentimiento. Merlín transforma todo lo que deja igual. Mi Maestra se llamaba Ninochtka. Tenía la misma mirada, como perdonando la inocencia y burlando la malicia. Cuando el discípulo está preparado, aparece el Maestro. Me enorgullece que Merlín decidiera acompañarte. Que se buscaran para evolucionar juntos es otra de tus cualidades por las que te quiero tanto, dulce sobrinita, tan espejo de lo mejor de mí como a veces mis hijos.

Laura Remaggi dijo...

Gracias tía!!! No sólo Merlín comprende, sino que me une a la distancia con otras almas capaces de entenderme... como la tuya. Besos!