Espeso el tiempo fluye lentamente,
inanimadas figuras a mi alrededor,
una calle sin horizonte y un retorno que quiero evitar,
pero el sol me empuja a caminar.
En su escondite algún duende llora suavemente,
inmaculadas gotas de dolor.
Algo del aire que respiro quizás halla rozado sus mejillas;
mi pecho encierra su mágica aflicción.
Bruscos sollozos fluyen de repente,
incontenibles gotas de dolor.
Como un gesto de consuelo
o la burla siniestra de algún dios,
un rojo sol rebosa de esplendor.
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